Brasil: El geógrafo y urbanista David Harvey propone una transición anticapitalista

Marco Aurélio Weisheimer
Carta Maior

Rebelión 19.04.10

Harvey: "En enero de 2008, 2 millones de personas perdieron sus casas en los Estados Unidos."

¿Por qué es preciso pensar en una transición anticapitalista? ¿Y qué
es lo que sería tal transición? La participación de David Harvey,
profesor de Geografía y Antropología de la City University, de Nueva
York, en el seminario de evaluación de los 10 años del Foro Social
Mundial, en Porto Alegre, fue una tentativa de responder a estas
preguntas.

La respuesta, en realidad, incluye, en primer lugar una justificación
de la pertinencia de las preguntas. Después de la derrota de la Unión
Soviética, de los regímenes socialistas del Este Europeo y de la caída
del Muro de Berlín, hablar de anticapitalismo se tornó prohibido. El
comunismo fracasó, el capitalismo triunfó y no se habla más del
asunto: ese mensaje cruzó el planeta adquiriendo aires de sentido
común. Pero los muros del capitalismo siguieron en pié y creciendo. Y
excluyendo, provocando crisis, pobreza, hambre, destrucción ambiental,
guerra…

Y es en los últimos años que se volvió a hablar de anticapitalismo y
en la necesidad de pensar otra forma de organización económica,
política y social. David Harvey vino a Porto Alegre a hablar de eso.
Para él, la necesidad de volver hablar de anticapitalismo se apoya
sobre algunos datos: el aumento de la desigualdad social, la creciente
corrupción de la democracia por el poder del dinero, el alineamiento
de los medios de comunicación con el gran capital (y su consecuente
papel de cómplice de la corrupción de la democracia), la destrucción
acelerada del medio ambiente. Ese escenario exige una respuesta
política, resume Harvey. Una respuesta política, en su criterio, de la
naturaleza anticapitalista. ¿Por qué? El autor de /La producción
capitalista del espacio/ presenta algunos datos de naturaleza
económica para justificar esa afirmación.

El capital ficticio y la fábrica de burbujas

El capitalismo, en cuanto sistema de organización económica, está
basado en el crecimiento. En general, la tasa mínima de crecimiento
aceptable para una economía capitalista saludable es del 3 por ciento.
El problema es que se está poniendo cada vez más difícil sostener esa
tasa sin recurrir a la creación de variados tipos de capital ficticio,
como viene ocurriendo con los mercados de acciones y con los negocios
financieros en las últimas dos décadas. Para mantener esa tasa media
de crecimiento será preciso producir más capital ficticio, lo que
provocará nuevas burbujas y nuevos estallidos de las burbujas. Un
crecimiento compuesto del 3 por ciento exige inversiones del orden de
los 3 billones de dólares. En 1950, había espacio para eso. Hoy
involucra una absorción de capital muy problemática. Y China está
siguiendo el mismo camino, dice Harvey.

Las crisis económicas de los últimos 30 años, asegura, reposan (y al
mismo tiempo, profundizan) en una disfunción creciente entre la
cantidad de papel ficticio y la cantidad de riqueza real. “Por eso
necesitamos alternativas al capitalismo”, insiste. Históricamente esas
alternativas son el socialismo o el comunismo. El primero terminó
transformándose en una forma menos salvaje de administración del
capitalismo; el segundo fracasó. Sin embargo, esos fracasos no son una
razón para desistir hasta porque las crisis del capitalismo se están
volviendo cada vez más frecuentes y más graves, replanteando el tema
de las alternativas. Para Harvey, el Foro Social Mundial al proponer
la bandera de “otro mundo es posible”, debe asumir la tarea de
construir otro socialismo u otro comunismo como alternativas
concretas.

La irracionalidad del capitalismo

“En tiempos de crisis, la irracionalidad del capitalismo se vuelve más
clara para todos. Excedentes de capital y de trabajo existen uno al
lado del otro sin una forma clara de unirlos, en medio de un enorme
sufrimiento humano y de necesidades insatisfechas. En pleno verano de
2009, un tercio de los bienes de capital en los Estados Unidos
permaneció inactivo, mientras cerca del 17 por ciento de la fuerza del
trabajo estaba desempleada o trabajando involuntariamente en regímenes
de medio tiempo. ¡Qué podría ser más absurdo que eso!- sostiene Harvey
en su libro */Enigma del capital/*, que será lanzado próximamente por
la editorial Profile Books. Él descarta, por otro lado, cualquier
inevitabilidad sobre el futuro del capitalismo. El sistema puede
sobrevivir a las crisis actuales, admite, pero a un costo altísimo
para la humanidad.

No basta, por lo tanto, denunciar la irracionalidad del capitalismo.
Es importante recordar, señala, Harvey, lo que Marx y Engels apuntaron
en el Manifiesto Comunista con respecto a los profundos cambios que el
capitalismo trajo consigo: una nueva relación con la naturaleza,
nuevas tecnologías, nuevas relaciones sociales, otro sistema de
producción, cambios profundos en la vida cotidiana de las personas y
nuevos arreglos político-institucionales. “Todos esos momentos
tuvieron un proceso de co-evolución. El movimiento anticapitalista
tiene que luchar en todas esas dimensiones y no solamente en una de
ellas como muchos grupos hacen actualmente. El gran fracaso del
comunismo fue el no conseguir mantener en movimiento todos esos
procesos. Fundamentalmente, la vida diaria tiene que cambiar, las
relaciones sociales tienen que cambiar”, afirma.

“Necesitamos hablar de un mundo anticapitalista”

Harvey está hablando de la perspectiva de un posible fracaso del
capitalismo, de un punto de inestabilidad que afecte a los engranajes
del sistema. Pero al mismo tiempo, él no apunta a ninguna
inevitabilidad o destino histórico. Se trata de un diagnóstico sobre
el tiempo presente. “El capitalismo entró en una fase de cada vez más
destrucción y cada vez menor creación”. Y cuáles serían, entonces, las
fuerzas sociales capaces de organizar un movimiento anticapitalista en
los términos antes señalados. La respuesta de Harvey es corta y
directa: Hoy no hay ningún grupo pensando o hablando de eso. “Las ONGs
y los movimientos sociales que participan en el FSM precisan comenzar
a hablar de un mundo anticapitalista. La izquierda debe cambiar sus
patrones mentales. Las universidades necesitan cambiar radicalmente”.

¿La justificación de esos imperativos? Harvey da un ejemplo más de la
“racionalidad” capitalista actual. En enero de 2008, 2 millones de
personas perdieron sus casas en los Estados Unidos. Esas familias, en
su mayoría pertenecen a las comunidades afroamericanas y de origen
hispano, perdieron, en total, aproximadamente 40 mil millones de
dólares. En aquel mismo mes, Wall Street distribuyó un bono de 32 mil
millones de dólares entre aquellos “inversores” que provocaron la
crisis. Una forma peculiar de redistribución de la riqueza, que
muestra que, con esta crisis, muchos ricos están quedando más ricos.
“Estamos viviendo un momento de negación de la crisis en los Estados
Unidos. Los trabajadores, y no los grandes capitalistas, son quienes
están siendo señalados como responsables. Es por eso que necesitamos
una transformación revolucionaria del orden social”.

*Marco Aurélio Weissheimer es un analista político brasileño que
escribe regularmente para Carta Maior.

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