Doscientos años después

DOSCIENTOS AÑOS DESPUES
Eduardo Paz Rada
 
A los que planteamos (Revista Patria Grande, Conciencia de Patria
(CONDEPA), Semanario El Patriota de Bolivia), hace solamente diez o veinte años,
la necesidad de mantener en alto las banderas de la Unidad
Latinoamericana, de la Integración de la Patria Grande, de enfrentar
las estrategias imperialistas en nuestra región, de emprender el
camino del desarrollo endógeno y la estrategia del nacionalismo
defensivo hacia la liberación nacional; los seguidores del orden
imperial, del pensamiento conservador y los intelectuales sometidos al
neoliberalismo y los medios de comunicación al servicio de las
transnacionales nos calificaban de “retrógrados”, “populistas” o
“anacrónicos”.
 
El pensamiento único dominante, el libre mercado, la globalización, el
fin de la historia, el “ciudadano universal” estuvieron en su auge y
los repetidores locales hicieron una  cofradía destinada a ponderar
los valores liberales y los “intelectuales” al servicio del gonismo,
para definir un periodo de la historia boliviana, se convirtieron en
los propietarios del pensamiento dominante y hegemónico, sobre la base
del entreguismo de los recursos naturales, la destrucción de todo
intento autónomo de desarrollo y la persecución ideológica y política
de los críticos al orden neoliberal.
 
Hoy día, la inicial recuperación de la dignidad latinoamericana y
boliviana, a través de los gobiernos populares en varios países, de
los ideales de los precursores de la independencia, como Pagador,
Tupac Katari, Pedro Domingo Murillo, de los Libertadores, como
Bolivar, San Martín, Artigas, Morazán, de la recuperación de los
recursos estratégicos, como las nacionalizaciones y estatizaciones, se
ven impulsadas por las iniciativas de integración como la Alternativa
Bolivariana de las Américas (ALBA) y la  Unión de Naciones
Sudamericanas (UNASUR).
 
Y, ahora mismo, con la Cumbre de la Unidad de América Latina y el
Caribe realizada con 33 gobiernos de la región en la Rivera Maya de
México, del 21 al 23 de febrero, se proyecta históricamente la
formación de la Comunidad de Naciones latinoamericanas y caribeñas.
Los 88 puntos establecidos en la “Cumbre de Cancún” marcan un nuevo
eslabón de la integración de la Patria Grande. La inclusión en la
misma de gobiernos con perfiles marcados por la influencia
estadounidense es una señal de que la fuerza y potencialidad del
proyecto arrastra incluso a aquellos, como Alan García, Uribe o
Calderón, que han intentado mantener el orden imperial en la región.
 
El punto central es, sin duda, la exclusión de de la potencia
imperialista norteamericana del proyecto integrador y, deberá marcarse
también claramente, la distancia de las potencias de Europa o Asia que
tienen sus propios intereses, las grandes transnacionales y las ONGs.
Las iniciativas forjadas para controlar la región, desde principios
del siglo XIX, con la Doctrina Monroe, primero, y después con el
Panamericanismo y la OEA, todas ellas estrategias de la dominación de
Estados Unidos en el continente, no eran sino la extensión de las
políticas imperialistas y coloniales de la emergente potencia mundial.
 
Las intervenciones militares y diplomáticas norteamericanas en México,
Venezuela, Guatemala, Cuba, Puerto Rico, Nicaragua, Bolivia, Chile,
Brasil, República Dominicana o Haití entre otras, son la otra cara de
la medalla, es decir aquella que impulsa a las intervenciones
violentas y abusivas promovidas desde Washington y que aún están
presentes en América latina. No son casuales el golpe de Estado
realizado en Honduras, la invasión militar a Haití aprovechando el
terremoto, la ampliación de las bases militares en Colombia o la
movilización de la Cuarta Flota de Estados Unidos sobre aguas
brasileñas.
 
La geopolítica mundial está obligando a los gobiernos de América
Latina a acelerar este proceso, los bloques continentales (Unión
Europea, China, India y Japón, Mundo Arabe, ALCA) se han convertido en
los actores de la política internacional con sus propias estratégicas
y las potencias imperialistas mantienen su ambición de dominio e
intervención como son los casos de las Islas Malvinas, el Acuífero
Guaraní, el Amazonas o la zona del Caribe, todos ellos fuente de
importantes riquezas naturales.
 
Asimismo, corresponde afianzar la unidad en cada Estado en lugar de
fomentar las autonomías y el separatismo con discursos aparentemente
vanguardistas respaldados por el imperialismo, de la misma manera que
se deberá potenciar la unidad entre los pueblos y gobiernos de la
región, de ahí que el “nacionalismo defensivo latinoamericano”, en la
dialéctica naciones opresoras-naciones oprimidas planteada por Manuel
Ugarte nos hace recordar las palabras de Perón: el siglo XXI nos
encontrará “unidos o dominados”
 
Doscientos años después de los gritos libertarios, de la lucha por la
Independencia, de la ruptura de la dominación del imperio español y
europeo, que duró quince años de guerra, hoy el imperialismo,
encabezado por Estados Unidos, que también ha tenido mutaciones para
mantener su hegemonía, pretende quebrar los intentos integracionistas
de América Latina y el Caribe que están avanzando, con sus propias
contradicciones, hacia la construcción de la Patria Grande.
 
Gentileza Andrés Soliz

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